Dan Brown se mantiene fiel al estilo del Código da Vinci. El profesor Langdon nos va a conducir a través de Florencia, Venecia y Estambul en la búsqueda de un arma biológica cuyo desarrollo se fraguó en la mente de un genio de la ingeniería genética obsesionado con el Inferno de Dante.
Florencia, Venecia, La Divina Comedia, el mapa de Botticelli, Estambul, todo ello aderezado de las adecuadas figuras femeninas (y masculinas) que pretenden recordarnos, aún más, la relación con la trama de La Divina Comedia.
No faltan sectas y sociedades secretas, inframundos que ni siquiera conocemos y mueven los hilos de este mundo.
Una gran dosis de imaginación no siempre acorde con la veracidad histórica.
Suspense no le falta, aunque no siempre logra mantener el nivel suficiente y puede resultar ligeramente pesado (como las malas digestiones). Sin embargo, al final, te das cuenta que nada en la historia es lo que parece.
Langdon, experto simbolista, sin embargo, no llega a la altura que se espera de él después del Código, y no dejas de preguntarte cómo es posible que las altísimas esferas puedan recurrir a un simbolista de tal envergadura para descifrar lo que cuenta la historia.
No es un libro trascendente. Los amantes de Dan Brown y aquellos que quieran una lectura fácil y sin complicaciones podrán disfrutar con la novela.
También los que deseen pasear por las calles de estas magníficas ciudades italianas pueden unirse a la pareja protagonista y dejar volar la imaginación.
Marketing a raudales, desde luego, no le falta.
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